ES TIEMPO RD-Por Abril Peña A propósito del relato del influencer dominicano June, quien narró la historia de una pareja de hombres que recurrió al embarazo subrogado usando como gestante a la madre de uno de ellos, se desató en redes sociales un auténtico avispero.
En cuestión de horas, el debate se llenó de términos como “incesto”, “compartir ADN” o “intercambio de sangre”. La ignorancia mostró su peor rostro: el de la opinión sin información. Lo que muchos no saben o prefieren no saber es que desde hace más de tres décadas madres, hermanas, tías o primas han servido como gestantes para familiares heterosexuales con dificultades reproductivas.
Nadie habló entonces de incesto ni de escándalo moral. Pero cuando los protagonistas son una pareja homosexual, el juicio se vuelve inmediato y feroz.
La ciencia, sin embargo, no cambia de acuerdo con las preferencias de quienes la observan. ¿Qué es un embarazo subrogado? El embarazo subrogado es una práctica médica en la que una mujer gesta un bebé que no es biológicamente suyo, con el objetivo de entregarlo a otra persona o pareja al nacer.
Puede hacerse de dos maneras: Subrogación gestacional: se utiliza el óvulo de la madre biológica o de una donante, y el esperma del padre biológico.
En este caso, la gestante no aporta material genético; solo lleva el embarazo. Subrogación tradicional: la gestante aporta su propio óvulo, por lo que sí comparte carga genética con el bebé, aunque no lo críe, pero sería imposible que se use el óvulo de una madre y el esperma del hijo, por las implicaciones de carácter genético y la razón principal de que el incesto este prohibido, aumenta las posibilidades de defectos congénitos y genéticos.
En ambos casos, los procedimientos se realizan mediante fertilización in vitro (FIV), que consiste en unir un óvulo y un espermatozoide en laboratorio y luego transferir el embrión al útero de la gestante.
¿Se comparte ADN o sangre con la gestante? No. Cuando la gestante no aporta el óvulo, no hay transferencia genética alguna. Tampoco “se comparte sangre” en el sentido biológico. Durante el embarazo, la placenta actúa como barrera: permite el paso de nutrientes y oxígeno, pero no el intercambio directo de ADN ni de células de la madre al hijo.
Lo único que comparten son nueve meses de conexión fisiológica, no genética. El tema de la subrogación toca fibras morales, religiosas y legales puedes estar de acuerdo o no con el tema, pero debería haber una razón científica detrás, no supuestos.
En República Dominicana no existe una ley específica que regule esta práctica, aunque sí hay un creciente número de parejas heterosexuales y homosexuales que acuden a países donde está permitida y regulada, como Estados Unidos, Canadá o Colombia.
El debate que este caso despierta, deja al descubierto cuán atrasados estamos en educación científica y en empatía social. La conversación se contaminó no por lo que se desconocía, sino por quiénes eran los protagonistas.
La biología y la ciencia fueron sustituida por la moral selectiva. La fertilización in vitro, la inseminación artificial y la subrogación son avances que han permitido a millones de personas tener hijos biológicos.
El hecho de que existan dos hombres como beneficiarios no altera la ecuación genética ni médica, pero sí desnuda los prejuicios culturales. Quizás el verdadero problema no fue quién gestó o quién donó el óvulo, al menos para la mayoría, sino cuánto cuesta aceptar que la familia ya no se define por el molde tradicional, que a todos nos inculcaron, si no pensemos si fuese la misma discusión si los padres fuesen heterosexuales.
El caso presentado por June es el espejo perfecto para medirnos como sociedad: frente a la ciencia, elegimos el morbo; frente a la información, el prejuicio. Y mientras tanto, seguimos opinando desde la ignorancia sobre temas que, si tuviéramos la mínima curiosidad de investigar, nos harían debatir menos y comprender más.